Monday, June 05, 2006

Consecuencias semánticas en los lenguajes privados

Zweifel kann nur bestehen wo eine Frage besteht; eine Frage nur wo eine Antwort besteht, und diese nur, wo etwas gesagt werden kann.1
Muy numerosas han sido las críticas y las defensas que discuten la imposibilidad de un lenguaje privado argumentada entre las secciones 243 y 315 de las Investigaciones Filosóficas2, según este argumento las palabras no pueden significar nunca entidades epistémicamente privadas a las que el sujeto tiene acceso a través de la introspección. En el presente trabajo, en principio, no se toma partido por ninguna de estas posiciones sino que se intenta simplemente considerar la (in)viabilidad del aprendizaje de algún tipo de lenguaje privado. En primera instancia, es necesario clarificar ciertos requisitos que debe cumplir un lenguaje para ser aprensible (nótese que aprehender y aprender se usarán aquí indistintamente): si decimos que el significado de cada oración se obtiene a partir del análisis de su estructura semántica, determinada por un número finito de rasgos poseídos por la oración, no sólo percibimos qué es aquello que se aprende sino también como una producción lingüística infinita puede lograrse mediante un número restringido de actos de aprendizaje. Por consiguiente, todo lenguaje carente de esta propiedad es inaprensible pues producirá cierto número de expresiones que no pueden ser comprendidas dado que sus significados no están dominados por reglas. En segundo lugar, un lenguaje aprensible posee una cifra limitada de primitivos semánticos, es decir, de expresiones tales que no se determine una clase de proposiciones significantes sino exclusivamente a partir de sus propiedades formales distintivas. Después de esta breve exposición se pueden examinar las características de un lenguaje privado. Éste se caracteriza porque sus elementos significativos son unidades epistémicamente privadas. Esta concepción del lenguaje como un idiolecto personal de un sujeto en un momento dado fue una constante en las distintas variantes del mentalismo. Desde un punto de vista representacionalista, uno conoce sus propias vivencias, como por ejemplo que sufre dolor de muelas, inductivamente realiza la inferencia de que dichas vivencias se generan por diversas circunstancias externas, y finalmente concluye que las mismas circunstancias producirán en otras personas resultados análogos. Sin embargo esto no explica cómo se elaboran las hipótesis sobre las vivencias de los demás, pues éstas no se conocen directamente sino que lo que en realidad se conoce son consecuencias observables de las mismas, es decir, la articulación en el lenguaje de la expresión dolor del otro, entre otras cosas. En otras palabras, “Si, por definición, Z se aplica a O en circunstancias X, esto, para el mentalista, significa que el que se dé X es condición necesaria y suficiente para que Z se aplique a O; después de todo, las circunstancias en cuestión han de poder ser especificadas con precisión mediante las ideas. Para Wittgenstein eso sólo significa que existe una disposición a aplicar Z a un objeto O en circunstancias externas X. Las disposiciones, sin embargo, se realizan sólo cuando las circunstancias son normales, o, como suele decirse, caeteris paribus. Por lo tanto, puede ser que se dé X en la presencia de un objeto O, y éste no sea en realidad Z, y puede ser que un objeto sea Z sin que se dé X. Pero si todo parece normal, se da X, e insistimos en que O no es Z, tenemos la obligación de indicar qué no es normal. X, en este caso, es lo Wittgenstein llama un criterio para Z: está asociado con la aplicación de Z, pero no es condición necesaria ni suficiente de su aplicación”3. Wittgenstein nos pregunta si podemos imaginar un lenguaje en el que una persona pudiera consignar o dar expresión vocal a sus experiencias internas para su uso privado de modo que las palabras se refirieran a lo que sólo pueda ser conocido por esa persona, sus sensaciones privadas inmediatas, y otra persona no pudiera comprenderlo. Frege, por su parte, insiste en que no se le puede prohibir a nadie que utilice un signo cualquiera creado arbitrariamente para designar un objeto. Las oraciones de la forma a = a y a = b son evidentemente cláusulas de diferente valor cognitivo y, según Kant, la primera forma tiene un valor a priori por lo cual debe ser considerada analítica, mientras que las oraciones de la forma a = b tienen diversas implicaciones por lo cual no siempre pueden ser calificadas de analíticas. Es más, si consideráramos la igualdad como una relación entre aquello que los nombres “a” y “b” denotan entonces tendríamos que aceptar que a = b no puede diferir de a = a, siempre que a = b sea verdadera. En tal caso, las oraciones de la forma a = b ya no se referirán a los objetos que denotan sino a nuestro modo de nombrarlos, por lo cual, no se expresaría un conocimiento realmente válido4. Esto plantea ciertos inconvenientes pues la definición ostensiva privada “esto se llama Sno puede otorgar un sentido a “S” y, por consiguiente, tampoco una denotación porque “un conocimiento completo de la denotación requeriría que fuésemos capaces de decir de inmediato si un sentido dado le pertenece”5.
Si imaginamos que un hablante de un lenguaje privado ha efectuado tal definición y luego que experimenta una sensación posterior, que califica de “S” también, le preguntamos acerca del significado del término entonces nos podemos enfrentar a tres tipos de respuestas. La primera consistiría en decir “por entiendo esto” señalando con un gesto una sensación común, de lo cual se desprende que “Esto es ” no es un enunciado real puesto que la significación del predicado está delimitada por la referencia del sujeto. Un segunda respuesta podría ser el recurrir a un ejemplo del recuerdo privado de un caso de “S”. Entonces, S significaría cualquier recuerdo que surja en relación con “S” y, por lo tanto, su definición estará basada en una creencia que involucra una relación en términos de isomorfismo intensional6 entre el hablante y la oración por lo que se hace inaccesible al análisis lógico. Una tercera respuesta sería mencionar el correlato público del término privado. Aquí S es un functor7 que tiene un uso genuino y puede correlacionar personas y proposiciones con valores veritativos. Sin embargo, el término privado S se volvería público porque formaría parte de un juego de lenguaje determinado en el que cada símbolo de tipo R está asociado con un dominio constituido por el conjunto de valores posibles de una variable de tipo R. En conclusión, un lenguaje privado no es aprensible puesto que no se puede especificar de un modo efectivo, dependiendo únicamente de consideraciones formales, el significado de cada oración. No obstante, si se poseyera un lenguaje privado notacionalmente superior al lenguaje ordinario8 sería posible disociar el sentido y la denotación de S de modo tal que si S se usa en una fórmula bien formada carente de variables libres y todos los subíndices en todos los índices de tipo estuvieran incrementados en 1 entonces la fórmula bien formada denotaría el sentido de la primera y así ad infinitum. Sin embargo, debido a que en relación con cualquier nivel dado las expresiones de nivel inferior son semánticamente primitivas tal lenguaje es inaprensible.
Notas
Tractatus Logico-Philosophicus: 6.51- Una duda sólo puede existir donde hay una pregunta; una pregunta sólo donde hay una respuesta; y ésta sólo, donde algo puede ser dicho. 2 Entre los defensores se encuentran los teóricos de la intención comunicativa (Grice, Austin), que indican que los significados, la referencia, las palabras y el lenguaje mismo se abstraen del medio y las transacciones sociales que les dan el contenido que tienen. El argumento de Wittgenstein se censura generalmente por verificacionista: cf., por ejemplo, el libro de McGinn. Para otras críticas cf. especialmente Fodor (1975): “el estímulo proximal” es una representación proximal del estimulo distal, y la “respuesta proximal” representa un acto manifiesto. Pero la representación presupone un medio de representación, y no hay simbolización si no hay símbolos. En concreto, no existe representación interna sin lenguaje interno”. 3 García Carpintero (1996), Página 403. 4 Para Wittgenstein el único conocimiento válido es aquél que no está exento de la duda. 5 Frege (1892), página 5. 6 No debe entenderse aquí el término isomorfismo como la relación unívoca entre significante y significado sino en relación con el problema del vínculo entre lenguaje y realidad. Esta noción parte de la posibilidad de representar una entidad por medios distintos de la reproducción de esa entidad pero que también permitan establecer una correspondencia entre cada uno de los elementos de la representación y cada uno de los elementos de la entidad. 7 La referencia de un enunciado es, según Frege, un valor veritativo. Así, la referencia del predicado en un enunciado como Z(t) sería una función que asignaría, a cada objeto referido por cualquier término que pueda ocupar el lugar de “t”, el valor veritativo del enunciado resultante. 8 Es decir, un lenguaje construido artificialmente en el que el sentido de cada expresión está determinado sin ambigüedad por su forma tal que: pueda darse una lista de todos los signos que forman sus expresiones, sus oraciones se distingan del resto de las expresiones por sus características estructurales, pueda darse una lista de sus axiomas u oraciones primitivas y contenga una serie de reglas de inferencia que permita transformar unas oraciones en otras. Además sus oraciones deberán ser “oraciones verdaderas” de acuerdo con la convención T, por lo cual deberá tener como consecuencias todas las oraciones que resulten de sustituir “x” por el nombre de cualquier oración del lenguaje objeto y “p” por la expresión del metalenguaje que traduce la expresión nombrada por “x” en el esquema “x es una oración verdadera sí y sólo sí p” y la oración “para todo x, si x es una oración verdadera, entonces x es una oración”.
Bibliografía
Ayer, A. J. (1986): Wittgenstein. Barcelona: Crítica. Davidson, Donald (1984): Inquiries into Truth and Interpretation. Oxford: Claredon Press. Fodor, Jerry (1975): The Language of Thought. New York: Harper & Row Publishers. Frege, Gottlob (1892): “Über Sinns und Bedeutung”. En G. Frege: Escritos sobre semántica. Frege, Gottlob (1971): Escritos sobre semántica. Barcelona: Ariel. García-Carpintero, Manuel (1996): Las palabras, las ideas y las cosas. Barcelona: Ariel. Hartnack, Justus (1972): Wittgenstein y la filosofía contemporánea. Barcelona: Ariel. Hernández Iglesias, Manuel (1990): La semántica de Davidson. Madrid: Visor. Kenny, Anthony (1984): Wittgenstein. Madrid: Alianza. Martyninck, Claudio (1997): Wittgensteinianas: filosofía, arte y política. Buenos Aires: Biblos. McGinn, Colin (1984): Wittgenstein on Meaning. Oxford: Basil Blackwell. McGuinness, Brian (1991): Wittgenstein: El joven Ludwig (1889-1921). Madrid: Alianza. Pears, David (1973): Wittgestein. Barcelona: Grijalbo. Wittgenstein, Ludwig (1987): Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Alianza. Wittgenstein, Ludwig (1958): Philosophical Investigations. Oxford: Basil Blackwell.